¿Desanimado al compartir a Jesús? Por qué aún es importante

¿Alguna vez sientes que compartir a Jesús no sirve para nada? ¿Tal vez has pensado en abandonarlo por completo? Esta es una experiencia común al compartir el evangelio, especialmente con familiares y amigos cercanos. La historia y los lazos emocionales pueden hacer que estas interacciones sean incómodas y aparentemente infructuosas.
Entonces… ¿qué se puede hacer?
No estás solo en esta lucha, incluso Jesús enfrentó resistencia de aquellos más cercanos a Él. En Marcos 6:1–6, cuando Jesús enseñó en la sinagoga de Su pueblo natal, la gente era escéptica, despectiva e incluso ofendida. A pesar de Su sabiduría y milagros, su incredulidad limitó lo que Él podía hacer—sanó solo a unos pocos y se maravilló de su falta de fe. Fue entonces cuando dijo:
“Un profeta no carece de honor sino en su propia patria y entre sus parientes y en su propia casa.”
Si alguna vez has compartido a Jesús con familiares y amigos cercanos, comprendes la incomodidad y frustración que puede causar el introducir el evangelio en esas relaciones. Y a menudo, los resultados de tales esfuerzos pueden parecer bastante insignificantes. ¿Pero esto debería desalentarte de compartir tu fe? ¡Absolutamente no!
Compartir el evangelio se trata de sembrar semillas de fe, a menudo invisibles en su crecimiento. El impacto de tus palabras puede ser exponencialmente más significativo de lo que te das cuenta. Cada conversación, cada pieza compartida de escritura, es como sembrar una semilla que podría multiplicarse más allá de nuestra comprensión.
Jesús habló sobre este tipo de impacto en la Parábola del Sembrador. En Marcos 4:20, Él dice, “Otros, como semilla sembrada en buena tierra, oyen la palabra, la aceptan y producen una cosecha, unos treinta, unos sesenta y unos cien veces lo sembrado.” Puede que solo veas el acto de compartir, pero Dios ve la cosecha por venir. Lo que ahora parece pequeño o ineficaz podría multiplicarse mucho más allá de lo que jamás imaginaste.
Como dijo Albert Allen Bartless, profesor de física en la Universidad de Colorado:
“La mayor deficiencia de la raza humana es nuestra incapacidad para entender la función exponencial.”
Así que la próxima vez que te sientas frustrado, rechazado o que tus palabras parezcan no tener impacto, recuerda:
Simplemente no puedes comprender el efecto exponencial que puede tener compartir a Jesús. Y con toda probabilidad, es mucho mayor de lo que puedes imaginar. Pablo nos anima en Gálatas 6:9 : “Y no nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos.”
La próxima vez que te sientas desalentado o frustrado, recuerda que cada acción que tomes y cada semilla que plantes tiene el potencial de multiplicarse más allá de tu comprensión. ¡Así que toma valor y toma acción!
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